Excusatio non petita...

Queridas groupies: Hoy toca leer, sólo un poquito de verdad. Prometido. ¿Preparadas? Allá va... "Hace unas semanas me encontraba en Alicante, bendita tierra donde la minifalda tiene el tamaño de un cinturón, celebrando el cumpleaños de un amigo cuando, a última hora de la noche o primera hora de la mañana, sucedió una de esas anécdotas que sólo pueden suceder a esas horas del día. Salíamos del penúltimo bar (siempre es el penúltimo, el último será cuando nos vayan a poner el pijama de madera) camino a casa cuando, de repente, algo captó nuestra atención. En un ventanal de un segundo piso, una muchacha se contoneaba al ritmo de la música que debía sonar en su piso porque, por supuesto, desde la calle, no se escuchaba nada (esa costumbre que tenemos los mediterráneos de dar voces, sobre todo cuando se han bebido unas cuantas copas). Calculamos el piso en cuestión de milisegundos y, al momento, ya estábamos llamando al portero automático. Sorprendentemente, nos abrieron y, evidentemente, subimos. Llegamos a la puerta del piso sin saber muy bien qué nos íbamos a encontrar y pusimos el dedo en el timbre con, todo hay que decirlo, más miedo que vergüenza. Nos abrieron la puerta cuatro muchachas, entre ellas, la bailarina que, sin mediar palabra y sin que nosotros dijéramos “buenas noches” o lo más parecido que hubiéramos sido capaces de articular a esas intempestivas horas en las que la lengua tiene la consistencia del bizcocho recién hecho, nos saludaron con la siguiente frase que, debido a que se grabó a fuego en mi memoria, puedo citar textualemente: “no os confundáis... no somos putas... sólo lo estamos pasando bien...” En ese momento, recordé lo que siempre he escuchado a mis amigos los abogados... “excusatio non petita, accusatio manifesta”. No creo que haya nada más que añadir."